Serie: Los Huevos del Perro, una exploración incisiva sobre el divorcio y otros temas irrelevantes.
La toma de decisiones es un tema que ha estado presente en mi vida con una constancia fuera de lo normal en los últimos meses. Por fuera de lo normal, me refiero a que ha sido una decisión tras de otra, hasta el punto de decir basta. La toma de decisiones me ha llevado ha aumentar el número de responsabilidades en mi vida. Dos de esas responsabilidades llegaron a mí desde hace un año y responden bajo el nombre de Carlota y Fabio, dos seres acuáticos menores a diez centímetros que dependen de mí.
Carlota llegó a consecuencia de Fabio, para que no estuviera solo y Fabio fue un encargo de un amigo, me pidió que lo cuidara dos semanas en lo que se iba de vacaciones. Ese fue el momento en el que un pez beta entro en mi vida, representando mucha responsabilidad. Consideré prudente enfrentarme conmigo misma, ante el hecho de probarme si podría ser lo suficientemente responsable para darle de comer dos veces al día, limpiar su pecera y por lo menos tres veces al día, asomarme a su pecera a ver si respiraba y seguía formando parte del mundo de los vivos.
A la semana de estar cuidando a Fabio, me salió un viaje de trabajo largo, no tenía a nadie con quien dejar encargado al pececito, en ese entonces me encontraba viviendo en el Puerto de Veracruz, pero no contaba con nadie de confianza al cual encargárselo, por lo que no me quedó de otra que llevarme a Fabio conmigo dentro de una jarra de agua que tenía una tapa, para no correr el riesgo que se saliera. Fabio anduvo conmigo como en cinco ciudades de la república hasta que se estableció conmigo en las vacaciones en Coatzacoalcos.
Carlota fue una insistencia de mi papá en dichas vacaciones, para que Fabio no se sintiera solo. La fui a comprar y la escogí, porque me cayó bien la velocidad con la que nadaba con respecto a otras pecesitas. Llegando a mi casa, la puse en la misma pecera que Fabio y ¿cuál fue mi sorpresa? que los peces beta no pueden estar juntos porque se matan, vaya noticia.
Carlota tenía la cola mordida de los intentos de Fabio por matarla, así que los separé y por lo tanto tuve que comprar otra pecera mientras que la responsabilidad de dos semanas ya se había convertido en tres meses, pues no había regresado al Puerto de Veracruz y por lo tanto no había podido entregar a Fabio a su dueño.
Ponerle fin a la soledad de Fabio, aumentó mis responsabilidades de una manera inesperada y ahora tenia a mi cargo a dos peces y lo que era peor aun, el cuidado y mantenimiento de dos peceras. Confieso que no dormí la primera noche, pensando en como le iba a hacer y ¿si se me morían?, ¿si se me olvidaba darles de comer? y si mejor no convivía con ellos, no me fuera a encariñar y luego sería ridículo llorar por la muerte de dos pecesitos.
Carlota y Fabio han seguido viajando conmigo, ya no me puedo despegar de ellos, de hecho están a escasos metros de mi, mientras escribo y siento se me quedan viendo fijamente como con ojitos de “No se te vaya a ocurrir hacernos públicos”, mientras me volteo de tal manera que no pueda ver como se me quedan viendo, para contarles esta breve anécdota de cómo dos seres acuáticos de menos de diez centímetros, llegaron a mi vida con la brújula de la responsabilidad en su pecera y a mi no me quedó de otra mas que seguir las coordenadas de la brújula, responsabilizándome de mis actos, porque at some point a mis treinta años, debo de asumir que estoy madurando.
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